Esto llega a su fin, se acabó la competición. Los Andes nos muestran su cara menos amable, la niebla, el frío y la lluvia nos lanza el mensaje de “vení acá, vení… hoy toca peliar”
Si en la etapa dos hizo frío, hoy era para mear y no echar gota. Calentar antes de salir se hacía mucho más pesado y con la llovizna era difícil ponerse a tono. A pesar de todo, las ganas de terminar y salir a correr eran más fuertes que un simple frescor matutino.
La noche se pasó de risas y fiestas. Los dos niños se divirtieron escuchando las conversaciones de las casetas de al lado e imitando el acento argentino para todo lo que decían. Ángel, para no cambiar el ritual nocturno, no paró de meter y sacar las cosas de su mochila 553 mil veces. Además de encender su frontal cada 3 segundos para volver a cambiar cosas en su mochila. Ruymán tenía miedo de tener un minuto de silencio porque eso significaba que Ángel estaba pensando en algo que contar “oye, los geles nos los tomamos en el km10 o en el 12?” “la bajada grande era en el 20 no?”… y así toda la noche.

Esta etapa ha sido la más gratificante para los corredores. Tenía subidas, llaneo y mucha bajada al final. Lo que viene siendo un recorrido perfecto para una carrera de montaña. Eso sí, para los que no están lesionados. Para nuestros chicos, las bajadas rápidas no venían nada bien. Ángel iba con los bastones por delante intentando que el impacto en las rodillas al frenar fuese el menor posible. Ruymán por su parte, pensaba que se le iba a salir el fémur en su maltrecha y operada rodilla. Cuando llegó a la meta la rodilla parecía un balón de Nivea.
El caso es que disfrutaron mucho aunque se quejen. Por desgracia, la mayoría de los corredores que estaban entre los 40 primeros no tenían tantos problemas y pudieron correr muy muy rápido en el recorrido. Se notó que la gente apretó mucho para esta última etapa, se vaciaron por completo y algún tapado resultó ser un hueso duro de roer en carrera.

En el grupo de Ángel, con un ritmo menor y con mucha gente caminando, se lo tomaron de otra manera. Cuando el madrileño llegó a la meta era un argentino más. Se conocía a media carrera de hablar con ellos. Se dedicó a dar consejos, interesarse por la vida de la gente, ayudar a otros corredores… ya que no podía correr siempre, se convirtió en una portera de edificio. De hecho, pilló a un corredor que, según nuestro amigo, “¡le chorreaba hasta el culo de lo que sudaba!”. Como no, se llevó su consejo de manera gratuita: “oye, no te conozco de nada, pero ¿Por qué no te quitas el chubasquero que vas sudando como un cerdo?” todo un guía espiritual nuestro angelito.
En este tipo de pruebas puedes comprobar lo que significa correr este tipo de carreras, el sacrificio que hace esta gente y lo que cuesta sacar tiempo para estar aquí. Correr estas competiciones conlleva un sacrificio muy grande para los corredores y para sus familias. Algunos habían superado un cáncer, una hemiplegia o habían perdido a un ser querido hace poco. Son historias que cuando las vives en directo y ves a gente físicamente como un roble derrumbándose como niños, te sale alguna lagrimilla inevitablemente.

Pero bueno, la alegría y la rabia por haberse superado en la vida también se viven en ese arco de meta. Muchos gritos, miradas al cielo, familias enteras, promesas cumplidas… Ahí te das cuenta de que esta gente no está loca, vive la vida de otro modo, tal vez más plenamente que la gente que no se supera en la vida.
Si estos sentimientos de por sí, ya son fuertes y emocionantes, imaginaos cuando lo narra un argentino con toda su palabrería y adornos. Todo lo emocionante fue “re-emocionante”, lo espectacular fue “lo más espectacular jamás sucedido en las historias de las carreras”, el corredor que sufrió fue “el corredor más sufrido del mundo”… en fin, todo era una novela épica del mejor de los autores del mundo.
Lo que si es cierto es que se hacen muchos amigos y se comparten muchos momentos con gente desconocida que parecen amigos de toda la vida. Recordemos que estos dos se conocieron en Sables y ahora parecen Pili y Mili. En esta carrera se llevan la amistad de un Gomero y una Chicharrera, Javier y Violeta. Además de un puñado grande de argentinos que valoran mucho a los “gallegos”.

Con este post termina nuestra aventura, espero que hayan disfrutado de 3 días lleno de pequeñas cosas. Gracias por el apoyo de todos, son gasolina para el equipo. Desde aquí lanzo la pregunta:
¿Decidiste sentirte mejor? Ahora decídete por arriesgar y superarte. ¿Quién se apunta al siguiente reto?

Os dejamos con una galería con todas las fotos de hoy